«Yo hago todo por el aplauso»
El carismático «DJ» de interiores argentino, decorador de los famosos y de importantes marcas internacionales, vuelca su intuición y espontaneidad en la creación de ambientes eclécticos, donde la luz juega un rol fundamental, ya sea para generar espacios que buscan ser vividos o que invitan a ser visitados una y otra vez.
Por Luis Cabrera / Fotos: Soledad Melgor
Magnética, así es la personalidad de Pablo Chiappori, el diseñador de los famosos, como se lo cataloga por sus trabajos para celebridades de la talla de Marcelo Tinelli, y asiduo visitante a nuestro país, ya sea por trabajo o por placer.
Con sus lentes oscuros y su vestimenta cargada de accesorios, dos detalles fundamentales de su estilo, Chiappori fue uno de los invitados de lujo de la reciente edición de Casa Deco, donde The Select Experience tuvo la oportunidad de dialogar sobre su trayectoria.
La relación con nuestro país data de muchos años, pero estaba enfocada en Punta del Este, donde tiene su local, bajo la marca que también es su seudónimo: Paul.
«Hace mucho tiempo estoy viniendo y trabajando en Punta del Este», comenta el diseñador -aunque él no concuerde con la etiqueta- argentino. «Nunca me había metido demasiado en Montevideo, pero con el correr de los años he ido trabajando y acercándome más. Es una ciudad que me encanta».
Debido a su amistad con Robert Beherens, Cafe Misterio y Casa Puyol han sido dos de sus principales trabajos, a los que ahora está sumando un nuevo restaurante para eventos.
«Me gusta la gente, me gusta la onda de Montevideo», comenta Chiappori. «Aunque debo admitir que estoy un poco elitista y encerrado, porque creo que Montevideo es Carrasco. He ido a bares de Pocitos, por ejemplo. Entiendo el espíritu palermitano, pero me resultó medio bajón», opina.
La comparación no se puede discutir con alguien que es local en el Palermo porteño, donde tiene su estudio, el local Paul French Gallery, y uno de sus hogares, un loft «urbano, pero con onda», que utiliza entre semana.
Durante el fin de semana, en cambio, su refugio está más lejos, en Santa Bárbara, en las afueras de Buenos Aires, donde diseñó y construyó una hermosa casa para pasar el tiempo libre, pero que luego se volvió su lugar en el mundo.
La belleza que resalta en la penumbra
Tras tantos años de éxito sostenido, Chiappori tiene claro quién es dentro del mundo del diseño: «Yo tengo un estilo, una ‘muñeca’, por así decirlo, pero no soy un diseñador, porque está todo inventado», afirma. «No estoy diseñando la silla perfecta, yo elijo un mix de lo que me gusta».
«Digo que soy un DJ, porque hago remix de las cosas que me gustan», asegura el talentoso creativo argentino. «Hago ediciones, mezclas y se logra un estilo, porque se identifican las cosas que he hecho».
Para sus trabajos, el «DJ» mezcla cosas de su marca, Paul, pero no queda en solamente ello: «Busco cosas de otras marcas porque me gusta un resultado ecléctico».
¿Cómo definirías ese estilo que la gente identifica?
Yo soy muy maderero y ecléctico, fusiono todo, pero mezclo muchas maderas. Me parece un material muy noble. Cuando viajo me cargan porque voy tocando todo, pero lo que genero son distintas texturas, acabados, donde todo tiene que ver con el tacto. Lo ecléctico está en el encuentro de las texturas, pasar de una madera con poros a un vidrio, un metal, una laca o un yute.
Otra característica que destaca de tus espacios es que son vividos.
Todo lo que hago es bien vivido. A veces hablo del diseño como refugio. Mis clientes me dicen: «No quiero salir más de mi casa». Hay una búsqueda de que todo te contenga. Cuando diseño las casas, diseño desde adentro. Primero diseño cómo se va a vivir, y luego le pongo forma: como no soy arquitecto, es un proceso más espontáneo.
¿Crees que hay un cambio de tendencia que ha dejado atrás los espacios meramente funcionales?
No, la funcionalidad sigue estando. Son búsquedas, formas de vivir. Yo soy objetero, me gusta la composición. Todo lo que veo o genero es una foto para mi, una foto espontánea, natural. ¡El problema es que mi forma de acomodar las cosas no sirve para las fotos!
¿Sentiste el impacto de la pandemia en tu trabajo?
Sin duda, después de la pandemia todos empezaron a ver dónde estaban viviendo. Hay gente que se empezó a preocupar de verdad con cosas que antes pasaba por alto. Cosas que hace tres meses estaban tiradas. La pandemia nos hizo ver muchas cosas para adentro. Hubo un cambio y una búsqueda en mejorar la calidad de nuestras vidas. Yo en la pandemia no trabajé, me quedé encerrado, pero en el local se sintió que la gente se volcó a cambiar sus ambientes.
¿Cuáles son tus influencias?
No había internet cuando yo arranqué. Lo que más marcó entonces fueron las películas. Aprendí a consumir a través de la estética visual. También compraba muchas revistas. Creo que fui a Europa por primera vez a los 28 años, antes todo me lo imaginaba por revistas de decoración. Y el cine me dio mucho de la luz, del claroscuro, de la penumbra. Yo vivo en penumbra.
¿Cómo generaste los conceptos para el trabajo con la luz?
Aunque quede mal, debo decir que no estudié nada. El gusto por la luz y la sombra es algo intuitivo, es una sensibilidad. Vivo con anteojos negros porque me molestan las luces. Para mi está todo mejor con filtro, como Instagram.
Ambientaciones que vendan
Posiblemente los diseños más reconocidos de Chiappori estén relacionados a sus trabajos para marcas en Buenos Aires, Montevideo, Miami y Barcelona, donde ha volcado su talento en vidrieras para tiendas de indumentaria, ambientando restaurantes y hoteles, o, una faceta más reciente, curando la estética de barrios privados.
«Yo hago todo por el aplauso», afirma. «Imaginate que haces la casa de un tipo: estás año y medio decorándola, cuando terminás hay una comida, un brindis, un ‘qué lindo quedó todo’ y se acabó. Cuando hacés algo que tiene que ver con la respuesta de la gente, y yo he hecho la imagen de muchas marcas, hoteles y restaurantes, esta respuesta es automática».
«Más allá del reconocimiento y el dinero, y yo vivo de esto, la devolución es espontánea y de inmediato palpitás de otra manera. Es un camino muy enriquecedor», asegura Paul.
¿Cuáles es el principal desafío de trabajar con marcas que ya vienen con sus propios lineamientos?
Yo le digo a mis clientes: el éxito de lo que yo hago no es que quede lindo, es que venda. Yo puedo aportar estética, pero la estética la tengo que aportar con el concepto de qué es lo que le quiere transmitir cada marca y a quién quiere llegar. La estética no alcanza, tenés que lograr concretar el mensaje real. Con las marcas, especialmente por la edad, tuve que aprender a desdoblarme. Uno crece y van cambiando los gustos. Para desarrollar marcas más jóvenes tengo que salir de lo que yo elegiría y tratar de desarrollar lo que está pensando el otro.
¿Con qué marcas te ha ocurrido esto?
Con las de indumentaria. Rapsodia, Jazmín Chebar, Ginebra, Cheeky, Kosiuko, todas esas marcas a las que les he diseñado los locales tienen edades y targets distintos de consumo. En el diseño, además, compiten entre sí, por lo que tengo que diseñar en función de todos esos factores. Lo mismo pasa con los restaurantes cuando ya son marcas. Tiene una parte muy atractiva, pero tiene una exigencia alta.
¿Qué tiene que tener una marca para que te interese diseñar para ella?
Hoy en día, hago trabajos que realmente me seduzcan. Ya no se trata de hacer por hacer, me tiene que estar devolviendo un poco más. Hoy en Buenos Aires casi no hay marca que pueda pagarle a un diseñador que se encargue de la imagen de sus locales.
¿Hubo algún proyecto que te sorprendió?
En Buenos Aires me vinieron a buscar para hacer una panadería en Campana, al nordeste de la provincia, porque les gustaban mis trabajos. Sol de mayo es la patisserie. Fue como si hubiera bajado de un plato volador, pero hoy llegás a Campana y te dicen: «Tenés que ir a Sol de mayo». Tiene que haber estímulos en el proyecto, en la gente, en tratar de marcar la diferencia.
Además de Montevideo, ¿adónde más te has proyectado durante estos años?
Este año que pasó [2021] dije que no iba a hacer nada y terminé el año con no sé cuántas cosas. Ahora estoy en otro nivel de proyecto: le manejo la estética a los barrios privados. Sin hacer el diseño de arquitectura, intervengo en todas las decisiones estéticas. Es casi dirección de arte. En Barcelona estamos en un desarrollo similar, en proyectos urbanísticos. Es una forma de curar proyectos de esta envergadura.
Es como otra vertiente. También estoy por terminar un hotelcito en Miami y empiezo otro en 2023. Estoy haciendo un hotel chiquito en Colonia, que va a ser una pieza de diseño muy linda. También hice Casa Chic en Carmelo.
PAUL: LÍNEA DIRECTA A SU ESTÉTICA
Codearse con las principales celebridades y marcas de Argentina le generó a Chiappori enormes oportunidades de lucir su talento en los mejores escaparates posibles, y también, gracias a su estilo de vida, dotar a su persona de una mística particular, aunque esto tuvo sus contratiempos: «En un momento era un tabú hablar de mi; decían que yo no les iba a dar bola», recuerda. «Nadie me llamaba. ¡Yo no tenía un laburo y la gente seguía con eso!»
«Era una fantasía de la gente, aunque debo reconocer que yo genero un poco de mito: no es fácil encontrarme, soy un poco desbolado, me llaman y no estoy, dejan mensajes y nadie contesta... quien me contrata tiene que tener muchas ganas de contratarme porque pongo muchas piedras en el camino», admite con su candor habitual.
Ese distanciamiento del público general fue saldado por iniciativa propia con la creación de Paul French Gallery, una marca que nació con un galpón espectacular en Palermo. «Yo soy yo y mi estudio, lo que hago para las marcas, pero también Paul, que lo armé para que la gente que no me puede contratar pueda acceder a cosas que tengan que ver con mi estética. Ese es el criterio del local», explica.
La marca, que también está presente como Paul Beach House en La Barra de Punta del Este, permite acceder a los diseños del estudio de Chiappori, cuyos desarrollos se hacen en un 90% en Argentina, utilizando mano de obra artesanal y, particularmente, maderas nativas, con verificación de sustentabilidad.