Un salto histórico a Europa
Cecilia Verocai y MarÃa Eugenia Cruces están disputando el cierre de la temporada de rugby femenino en Italia, tras unirse a Rugby Calvisano de la Serie A, un hecho inédito para las jugadoras uruguayas y una recompensa al trabajo de ambas en sus clubes y en la selección.
por Luis Cabrera - Fotos: Rugby Calvisano
Todo ocurrió demasiado rápido, solamente en un mes, como para que Cecilia Verocai y María Eugenia Cruces pudieran detenerse a pensar que al cumplir su sueño de viajar a jugar rugby profesionalmente al extranjero estaban haciendo historia para el deporte femenino de nuestro país.
La oportunidad de ir a competir por tres meses a Italia, a participar del trimestre final de la temporada de la Serie A del rugby italiano jugando para el club Rugby Calvisano, llegó en enero de forma inesperada, casi casual, mediante el mensaje de una compañera en el grupo de Whatsapp que integran como jugadoras de la selección nacional. De todo el plantel de Las Teras, ellas, sin coordinarse, saltaron sobre la oportunidad.
María Eugenia tiene 28 años, estudió Licenciatura en Bioquímica –está terminando una maestría en biología celular y molecular– y ha realizado su carrera como jugadora en el Círculo de Tenis del Prado, al que llegó motivada por un amiga, en 2013, cuando se formó el femenino.
«[La oportunidad del viaje] me llegó en un momento ideal», recuerda Cruces. «Había terminado la parte experimental de lo que es mi maestría y había pensado tomarme enero para escribir la tesis y pensar cómo seguir. Cuando leí le mensaje de ‘Chory’ estaba en cuarentena, leyendo un libro. Creo que si no estaba en cuarentena quedaba en el olvido. Fue un momento ideal, no tuve que renunciar a tanta cosa en cuanto a lo laboral».
A Cecilia, preparadora física y fundadora, junto a su hermano y amigos, del club Vaimaca en Salto, le pareció que con 31 años –«casi 32», acota– no era una oportunidad que podía dejar pasar, incluso alguien que se define como «muy apegada» a su familia y sus raíces.
«Evalué todo ante la posibilidad de venir, qué hace la familia, el club, lo que significaba ir a otro país. Creo que mi mayor impulso fue crecer deportivamente, en un momento que considero ideal», explica Cecilia, quien también apunta que la oportunidad llegó en un mes clave, donde no tenía otros compromisos, ni en el rugby ni en las escuelas y liceos en los que trabaja.
«La ilusión deportiva siempre estuvo y somos conscientes de que sin este salto es muy difícil crecer, por más que estamos en el seleccionado y tenemos esa instancia de competencia internacional», agrega la jugadora salteña.
Ante la velocidad de la decisión, cuando la noticia del hecho histórico comenzó a recorrer los medios, ellas también fueron tomadas por sorpresa. «Cuando vi la imagen que decía ‘histórico’ me vinieron escalofríos en el cuerpo, porque una revisa todo lo que le ha pasado y vivido en estos tiempos para llegar acá», comenta Cecilia. «Está bueno que después de tanto esfuerzo puedas vivenciar algo así».
«No sabíamos que iba a salir la noticia. Las dos quedamos impactadas con eso. Te hace mirar para atrás, pensar en los inicios. En mi caso, que llegué sin saber nada del mundo del rugby, en toda la gente que me enseñó y me ayudó en este camino», comenta Cruces. «Ver cómo se ha ido creciendo hasta este punto, de jugar a nivel europeo, esto muestra el camino que se ha ido recorriendo y el trabajo de mucha gente, nosotras incluidas»
La diferencia de ser profesionales
Desde su desembarco en Italia, las jugadoras de Las Teras están conviviendo en Ghedi, a apenas 15 minutos de Calvisano, la pequeña comuna de Brescia, con menos de 9.000 habitantes, donde el club local, múltiples veces campeón, es motivo de orgullo.
La convivencia, aseguran, ha sido clave para su adaptación, ya que ninguna de las dos se siente muy confiada en su italiano: «Estamos buscando un curso intensivo», señalan. La presencia de un par de compañeras españolas –en un periodo de evaluación similar al de ellas– ha facilitado las cosas, pero el club en general ha sido una grata sorpresa para ambas: «Nos dio mucha confianza llegar a un club muy similar a los nuestros, con diez mil veces más infraestructura, pero en el que las jugadoras estudian o trabajan y hacen esfuerzos y sacrificios para jugar similares a los que hacemos en nuestros clubes», explica Cecilia.
Las uruguayas, de hecho, viven una realidad diferente a la usual, dado que estos meses están 100% para el rugby, lo que significa que, fuera de las tres prácticas semanales y el partido del fin de semana, tienen mucho más tiempo libre que el normal para dedicarlo al entrenamiento y la recuperación. «Lo que más estamos sintiendo es que podemos descansar», explica Maru Cruces. «Este ritmo de jugar y entrenar no es compatible con nuestra vida allá. También te permite organizarte con las comidas, que en Uruguay estás a las corridas y cuesta un montón».
«El otro día me desperté temprano, estaba muy cansada porque era el día después del partido y me quedé leyendo en la cama. No lo podía creer, estaba agradecida de tener ese tiempito», señala.
«Es que pensamos que nos íbamos a encontrar con algo más similar a un seleccionado, donde te hacen una evaluación y te hacen un plan, pero no fue así: cada una debe manejarse con el tema del gimnasio y hacer su rutina en sus tiempos. No te controlan en ese sentido, pero tenés que hacerlo para estar su mejor nivel», agrega Verocai.
«Estamos yendo tres veces por semana a patear y recepcionar, más tres sesiones de gimnasio. Y todos los días siempre hay algo más para hacer», agrega Maru, con una sonrisa incriminadora hacia su compañera de apartamento: «No sé cómo pasa, pero siempre estamos corriendo».
La convivencia de «La rubia» y «La profe», en una versión mucho más extendida de la que habían tenido antes con la selección, ha sido clave para hacer de esta experiencia la mejor posible: «Me encontré con alguien bastante similar en la forma de vida. Está buenísimo contar con un poquito de Uruguay. Es un apoyo tremendo, desde la parte deportiva a la emocional. Pensé mil veces, estando acá, qué suerte que está Cecilia», señala Cruces.
La evaluación dentro de la cancha
Una de las transformaciones obligatorias que la experiencia de la Serie A les proponía a Cruces y Verocai era trasladar su juego del Seven que se disputa en el campeonato uruguayo al rugby XV del torneo italiano.
«Era algo que nos ponía muy nerviosas, a mí, personalmente, me daba miedo» admite Maru sobre el salto del rugby 7 al 15. «Es totalmente diferente y nunca había tenido la experiencia de jugar 15. Eso me generaba incertidumbre y ansiedad. Tampoco teníamos tanta información. Nos fuimos dejando sorprender».
«El gran desafío de jugar rugby 15 no era tanto la preparación, porque el 7 lo preparamos muy bien, sino no desentonar en el equipo: cómo vamos a rendir, cómo nos vamos a daptar», afirma Cecilia. Maru ya tenía más claro que iba a jugar de 10, pero yo no sabía de qué me iban a poner. Por mis características físicas debía ser en la línea, pero era llegar y ver».
«Resultó ser una de esas cosas a las que nos hemos ido adaptando. Nos costó más al comienzo con el cambio de horario y el cansancio. Tampoco sabíamos cómo nos íbamos a sentir a jugar tanto tiempo y entrenar tantas horas. No estamos acostumbradas a jugar todos los fines de semana», agrega Cruces.
La adaptación fue, obligatoriamente, veloz. Pocos días después de aterrizar en Italia, Cruces y Verocai hicieron su debut –el 20 de febrero en una amplia victoria como locales ante Biella–, y el desafío aumentó el fin de semana siguiente, jugando contra Volvera, que había derrotado a Calvisano en la primera rueda.
«Llegamos un martes y nos tocó jugar un domingo; estábamos chochas», recuerda Maru. «El siguiente domingo jugamos 80 minutos». Con las uruguayas dándolo todo en cancha, Calvisano vengó la derrota previa. El cansancio se sintió: «Era miércoles y no podía conmigo», admite Cecilia.
La última fecha de la fase regular las puso frente al líder del Grupo 2, Parabiago. Calvisano ya tenía asegurado su pase a los playoffs –que comenzarán en la segunda mitad de abril, tras una pausa por el Seis Naciones Femenino– y vencer al líder no era algo que estaba en la cabeza del plantel. «Notábamos al equipo rendido y nosotras estamos en otra actitud, de que sí se puede, de intentar cambiar la cabeza», comenta Cruces. Con Las Teras empujando, Calvisano logró su tercer triunfo al hilo, por 24-12.
Fue la mejor preparación para lo que vendrá en la próxima fase, donde las esperan los equipos más grandes de la Serie A. «El club no tiene mucha fe de seguir avanzando en los playoffs, pero nosotras ya estamos acá», señala Cecilia, motivada.
«Este fue un periodo de evaluación y entendimos que ellos se fijan mucho lo que hacés en el momento del partido», explica Maru. «Nosotros venimos mucho con la cabeza del club, quién entrena, cuánto, y ellos no te piden rendir cuentas de eso, sino que analizan las actuaciones en los partidos».
Su rendimiento en los partidos fue tan valioso que el club ya les comunicó su interés en contar con ellas para la próxima temporada, esta vez completa, de setiembre de este año a abril de 2023. Al cierre de esta nota, las jugadoras uruguayas aún no habían tomado una decisión.
Un faro para el rugby femenino
Ni Cruces ni Verocai se propusieron hacer historia, pero el camino que han recorrido, su trabajo y sacrificio, las ha transformado no solo en embajadoras del rugby nacional, sino también en referentes para quienes deseen acercarse al deporte para competir local e internacionalmente. «Esto sirvió para generar un boom de información y que la gente en Uruguay sepa que existe el rugby femenino; romper estigmas, que se acerquen a jugar y que puedan soñar con viajar y conocer otros lugares», apunta Verocai.
«Se ha logrado esto sin muchos recursos en el rugby femenino ¿Cuánto más se podría dar con más oportunidades?», se pregunta. «Tenemos que saber que estamos trabajando bien y que hay jugadores de nivel que pueden estar donde estamos nosotras hoy».
«Las cosas que se han generado en el femenino las hemos generado los clubes», subraya Cecilia. «Gente que ama al rugby y entiende que es un deporte femenino y masculino, por igual».
Para Maru, un gran rol en su crecimiento deportivo lo tuvieron entrenadores como Rodrigo Rivero y Miguel Risso, quienes le inculcaron conceptos que aún atesora, como el valor del rol que cada integrante del club cumple, ya sea dentro o fuera de la cancha, y la importancia de disfrutar el trayecto, con alegría y sin bajar los brazos.
Cruces apunta que la cantidad de jugadoras pone límites al crecimiento del rugby femenino en Uruguay y que es necesario un proyecto de captación. En ese sentido, carreras como la de ellas podrían motivar a muchas potenciales nuevas rugbistas.
«Es difícil transmitir [la experiencia] cuando, en mi caso, el rugby es la vida misma», admite Cecilia. «Cuando trabajas y disfrutas de lo que haces, y lo haces con gente que te apoya, quienes te hacen sentir bien y segura, más que un deporte se transforma en una forma de vida».
«Hay que perseguir metas, objetivos, disfrutar el trayecto y también utilizar el deporte como una herramienta para sentirse bien y formar parte de lindos grupos», explica.