Dos paisajistas uruguayos se consagraron en China

Un jardín creado por los uruguayos Alejandro O’Neill y Paula Rial se consagró en el Shenzhen Greater Bay Area Flower Show, donde su representación de la relación entre el urbanismo y la naturaleza salvaje obtuvo el Gran Gold Award en la categoría Corporate Gardens .

Por Luis Cabrera

La celebración, en Montevideo, fue a las tres de la mañana. O al menos a esa hora le llegó la noticia a Paula Rial, arquitecta y paisajista, de que la exhibición de la que formó parte junto al también uruguayo Alejandro O’Neill, titulada «Remnant Nature», había logrado el primer premio en la categoría Corporate Gardens del prestigioso Shenzhen Greater Bay Area Flower Show 2024.

La diferencia horaria -quizás aún más que la distancia- fue uno de los grandes desafíos que el equipo integrado por Rial, O’Neill y la arquitecta hongkonés Maggie Wu Wai Chung debieron superar camino para crear un jardín que deslumbró a los más de dos millones de visitantes que el festival de Shenzhen recibió durante su quinta edición.

La organización del evento invitó a O’Neill, quien ya tiene un nombre reconocido a nivel internacional con una prolongada trayectoria en Europa y múltiples participaciones -y triunfos- en shows del rubro, a formar parte de una categoría que buscaba un representante de cada continente. El tema central era la relación entre el centro urbano -siendo Shenzhen uno de enorme crecimiento- con la naturaleza.

«Era un tema importante y decidimos representar la naturaleza salvaje, que es en lo que yo me he especializado, en contraste con lo urbano», explicó O’Neill. «Ahí es que entran Maggie y Paula quienes, siendo arquitectas, eran ideales para esto».

O’Neill formó el equipo que comenzó a trabajar velozmente en una lluvia de ideas armada sobre la base de un acuerdo que resultó clave: «El pacto fue buenísimo: todas las ideas son buenas y si algo no te gusta, lo tenés que decir en el momento. No podemos perder tiempo siendo amables», detalló Rial.

La organización les brindo 200 m2 para elaborar su jardín y, como es corriente en este tipo de eventos, puso a su disposición un equipo de contratistas para volver realidad sus ideas.

Adaptados a los horarios de Wu Wai Chung, el trío decidió que su presentación debía tener algo uruguayo: «Yo recordaba una nota de hace años que hablaba de que los chinos se estaban llevando palmeras Butiá», comentó Rial. «Por eso sabíamos que podíamos integrarlas».

Lo urbano estaba representado por unas piezas de origami -aunque admiten que no pudieron ser huecas, como era la idea original- creadas por Wu Wai Chung, mientras que la naturaleza salvaje fue una vegetación densa que mezcló palmeras y chircales, una guiñada de O’Neill hacia su otra obra, «Campo sucio» (ver recuadro).

A esto se le sumó un centro con agua y los caminos sinuosos que la representan. «Llegamos a algo que fue la conjunción de varias ideas», comentó Rial. «Es en capas: tenemos un terreno que va a un centro con agua, luego tiene toda una plantación naturalista, que incluye las palmeras, y los elementos que simbolizan la ciudad».

«En este tipo de proyecto tenés que ser consecuente con la historia que planteás y aquí todo encajó bien. Eso está bueno», afirmó O’Neill.

A la hora de elegir el nombre, la traducción y las diferencias culturales se presentaron como un obstáculo. Finalmente Wu Wai Chung sugirió «Remnant Nature», asegurándoles a los uruguayos que en chino la expresión «naturaleza remanente» tiene una interpretación mucho más profunda.

Por la distancia, Wu Wai Chung fue la única que visitó el jardín, en dos ocasiones. El resto dependió de la claridad con la cual los paisajistas lograron transmitirle sus necesidades a los contratistas en Shenzhen. Hubo que explicar mucho, particularmente cuando se trataba de algo que intencionalmente debía verse «desprolijo», pero el resultado es innegable. «Cuando finalmente llegó la foto del jardín pronto, era tan parecida a lo diseñado, que creímos que se trataba de un render», recordó Rial.

Caminos destinados a cruzarse

La evolución de O’Neill y Rial como paisajistas siguió caminos diferentes y, sin embargo, parecía destinada a cruzarse. Paula estudió arquitectura, aunque velozmente se dio cuenta que su gusto por dibujar -viene de una familia de artistas, como su abuelo Manuel Raúl Deliotti- no encajaba tan bien con la práctica de la carrera de arquitecta. Aún así obtuvo su título y trabajó dos años en Europa.

A su retorno, cambió de rubro: «La Fundación de Arte Contemporáneo (FAC) fue salvadora», explicó. «Fue allí que empecé un trabajo sobre empapelados botánicos, un delirio fabuloso, y pintando me di cuenta que me faltaba la base botánica. Hice un posgrado en paisajismo y cuando empecé con las instalaciones, cuando puse pasto por primera vez, fue un antes y un después».

Con su formación artística y técnica, Rial tiene una visión particular del paisajismo: «Yo diseño espacios y sensaciones, mi material hoy son las plantas», comentó. «Es un material que incorpora el tiempo como factor: cuando diseñas una casa no pensás en el ciclo de vida de la casa, pero en un jardín debes hacerlo y eso me encanta».

Cuando surgió la tecnicatura en Paisajismo en la Universidad ORT, Rial se propuso buscar asociaciones con paisajistas con renombre para darle una impronta global y contemporánea al curso. En diálogo con Noel Kingsbury, fue el reconocido diseñador de paisajes británico quién le preguntó: «¿No hablaste con Alejandro O'Neill?».

Para este entonces O'Neill ya era más que una figura en ascenso a nivel internacional. El uruguayo, nacido en Rivera, es también hijo de artistas -su madre, Teresa Puppo, es integrante del FAC-, aunque otra gran influencia de su familia es su contacto con el campo y, más tarde, con el Vivero Laguna del Chajá, de su prima, María Puppo.

Luego de realizar la carrera de Paisajismo, Alejandro llegó a Escocia, en un contacto realizado por Amalia Robredo y el mencionado Kingsbury. En Europa trabajó para Elliot Forsythe y James Basson, al tiempo que integró el equipo que ganó múltiples veces el prestigioso Chelsea Flower Show. «Con Basson fueron seis años especializado en jardines mediterráneos», recordó O’Neill. «Y durante esos años transité varios shows».

Tras excelentes presentaciones -ya a título personal- en Japón, Sicilia y Moscú, donde ganó ganó la medalla de oro en el Moscow Landscape Festival, en 2019, junto a Wu Wai Chung, más los años como voluntario y contratado en el Chelsea Flower Show, O’Neill puede considerarse un experto en este tipo de festivales. «He dejado la vida en varios, diría que en la mayoría», admitió. «Otros, con más experiencia e inteligencia, los he hecho con mucha soltura y sin sufrimiento».

En la balanza, tanto para O’Neill como para Rial, lo que gana es lo divertido de la experiencia: «Lo mejor de los Show Garden son la oportunidad creativa y la experiencia de hacer algo en interacción con otra cultura», señaló O’Neill. «Hacer cosas que no hacés en el ámbito privado».

«Es un lugar en el que tenés libertad total, sin el cliente que te está pidiendo cosas puntuales», agregó Rial. «Está bueno medirse y tener la posibilidad de hacer algo nuevo. Y siempre ganás, porque lo que usaste o pensaste lo vas a aprovechar en otro proyecto».

Mientras los trabajos individuales continúan, el excelente equipo creado con Wu Wai Chung ya se está preparando para sus próximos desafíos, que incluyen nuevos shows, así como proyectos más grandes, como la posibilidad latente de realizar un parque de 2.000 m2 en Henan, China.

«Lo que hicimos en Shenzhen fue una experiencia colaborativa impresionante y eso se notó en el resultado», comentó Rial. «Por eso ya estamos trabajando en nuevos proyectos».

EL FOCO EN LA FLORA MARGINADA
Uno de los trabajos más importantes de Alejandro O’Neill en los últimos años ha sido el proyecto colectivo «Campo sucio», creado junto a su madre, la artista Teresa Puppo, con colaboración de Paula Rial. El proyecto fue uno de los cinco elegidos, entre los más de 2.000 que participaron del concurso organizado por la Fundación Ama Amoedo, que busca «crear un impacto duradero en el ecosistema del arte latinoamericano contemporáneo». «Mi madre trabaja con los pueblos originarios y los marginados, mismo con la flora, y es lo que sería ‘Campo sucio’, que, ya con su nombre, deja en claro una perspectiva despectiva hacia la flora local», explica O’Neill sobre el concepto de la obra. «Está materializado en la representación de un chircal, un ecotono que está compuesto por chircas, unos arbustos de hoja finita que se ven en los campos». Malezas de bajo mantenimiento y poco riego, se plantarán en unos 450 m2 de canteros dentro del Espacio de Arte Contemporáneo.  «Usamos comunidades de plantas que están adaptadas al clima y que son alimentos para los insectos polinizadores», agrega O’Neill. «Parte de lo que plantea es un concepto de belleza: queremos demostrar que, con un buen diseño y entendimiento, eso que se considera sucio, puede ser muy bello. Queremos transmitir esa mirada para dar el conocimiento y consciencia de que hay belleza muy cerca nuestro, sin necesidad de elementos exóticos». Para la construcción del jardín se realizará un llamado a estudiantes de arte y paisajismo, generando un ámbito de colaboración y reflexión sobre los recursos naturales, la identidad local y la naturaleza.